Delacroix, en una de sus declaraciones, auguró la aparición de los simbolistas:
"En su alma el hombre tiene sentimientos innatos que los objetos reales nunca lograrán satisfacer, y la imaginación del pintor y del poeta pueden dar forma y vida a estos sentimientos".
Con ello ya estaba proclamando el nuevo sesgo que la pintura había de tomar, una dirección que abandonaba la mímesis de lo exterior para hacer visible lo interior.
Y añadía:
"Hay un viejo fermento, una tenebrosa profundidad que pide satisfacción".
En estas palabras se condensa lo que después serían las preocupaciones estéticas de un Gustave Moreau, un Pierre Puvis de Chavannes o un Odilon Redon, sin olvidarnos de Gauguin.
Maurice Denis, ya en ese camino, escribía a Edouard Vuillard: "cualquier emoción puede ser el tema de una pintura".
Y Gustave Moreau, uno de los grandes protagonistas, manifestaba que "creía sólo en lo que no veía y únicamente en lo que sentía".
- Odilon Redon, otro de los grandes protagonistas, decía:
- "Quiero hacer vivir seres improbables como seres humanos en cuanto sea posible, aplicando la lógica de lo visible al servicio de lo invisible".
- "Someter las tormentas de la imaginación a las leyes del arte para llevar al espectador hasta las fronteras del pensamiento".
- Como colofón, hemos de señalar que los simbolistas consideraban el arte no sólo distinto a la vida sino superior a ésta, en el sentido de que la verdadera es la creada por el arte. Fueron asimismo precursores del surrealismo, incluso del expresionismo abstracto, del tachismo o del realismo fantástico.
Mi amigo Humberto y yo, de camino por el malecón, inferimos que, además de ser él un simbolista a su modo, no había mayor angustia que retornar a un sitio donde no anidan más que símbolos que no consienten ser tocados, pero adoctrinan sobre su realidad. Cuando intentamos cogerlos se deshacen y nos dejan un aroma a sed insatisfecha que ni el ron puede saciar.
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