3 de enero de 2014

FERNANDO M. ROMERO (1978) / ESOS CUENTOS DE NUNCA ACABAR


  •  Hay que empezar el año con tino, dejándose llevar por la pasión y la convicción de que el tiempo no erosiona, sino, al contrario, da lugar a una creatividad desmesurada que estuviese a punto de perder el tren o el avión. Sí es verdad que queremos, en términos artísticos, apropiarnos del futuro con desmedida angustia, pero se hace preciso detenerse y pensar. 


  •  En el caso del cordobés ROMERO apunta, primero, a aquello de lo que María Zambrano decía, lo de que dejar algo en blanco, dejarlo sin pintar, es dejarlo sin dueño, deshabitado. Pues en la obra de este artista, no cabe tal resolución.     


  •  Quiere geometrizar el color sin habérselo comunicado previamente. Silogismo concluido sin resultado porque el mismo no carece de recursos y resistencias interiores para marcar su terreno, para mostrar sus mutaciones, desarrollos y cambios. No nos engañemos, no va a cejar en ello desde que descubrió su potencial y que él tenía también materia para cualquier discurso. Eso es lo que ha pasado.  

Viendo ahora, mirando el triste mundo,
el putrefacto mundo humano
que conocemos, que hemos visto,
"inquietante" y "crucial", "predestinado"
(según nos dicen los periódicos),
en el que nos sentimos más bien presos, como algo
-nosotros, ello, todo-, algo que se devora
y se amontona y sigue sobre sus propios huesos blancos...
(Eugenio de Nora)

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