- Me considero artista -me tomo la licencia de hablar en su nombre- porque me miro por fuera y por dentro tantas veces como sea necesario. Mis perfomances tiene un sentido crítico institucional y retórico, me hacen desnudarme o vender mi cuerpo, sin caer en dramatismos o poéticas absurdas. Y como no lo entienden, lloro y asumo mi próxima vejez acurrucada en una silla.
Si quieren entender, escuchen a Abramovic cuando señala que el perfomance es la construcción en la que el artista pasa del ser inferior al ser superior delante del público, o bien del ser ordinario a una zona y un estado mental diferentes. No se preocupen, no es una nueva teología.
En fin, que la norteamericana FRASER genera amores o rechazos, aunque su narcisismo y su ego sean tan grandes como para fundamentar en ello toda una teoría de la estupidez y maldad que absorbe y después plasma en sus actuaciones. No obstante, lo que es una introspección de lo que le rodea y que después utiliza, tiene ya un aspecto enfermizo y confuso, que desea al mismo tiempo que destruye, que provoca a la vez que no va más allá. Es la terrible ansiedad del miedo a descubrir que dentro de sí el vacío ya no dice nada, se mantiene en silencio. Y de contemplar algo, será un cuerpo desnudo abierto y enseñando las vísceras.
Un arcángel, bajado del cielo y mensajero del Señor, nos ordenó convertirnos en una sola araña y venir cada noche a chuparte la garganta, hasta que un mandamiento llegado de arriba detuviera el cuerpo del castigo.
(Los Cantos de Maldoror)