- Soledad y silencio casi absolutos en el holandés VAN VELDE. Aislamiento casi total en muchos periodos de su vida. Y no hay que olvidar su paso degradante por la miseria. Pero nunca ha renunciado a hacer su obra impregnada de una abstracción -tan plagiada después- que tuviese en lo hermético la marca de uno o varios axiomas:
- "Lo que puede realizarse por un método sencillo no debe verificarse por un método sofisticado".
"La naturaleza debe ser ayudada por el arte siempre que le falten fuerzas".
- "Ninguna sustancia puede ser convertida en perfecta sin un prolongado sufrimiento".
- Samuel Beckett descubrió en él ese dolor por alcanzar la pureza plástica que es culminación, cima de una infatigable búsqueda de lo que la mirada persigue después de que lo que hay delante desaparezca, de que la percepción se concentre en la condición de su propia cualidad de existencia, de temperamento, de circunstancia.
Son franjas, vetas, geometrías, planos, relieves, texturas cromáticas, perfiles que encierran luminosidad, energía, fuerza. Y con ello y a través de ello la memoria de ser y la angustia de que el tiempo no le haya otorgado el don de ir más allá.
Hoy están repartiendo croquetas "averigüa" en El Malecón. Mi amigo Humberto y yo las probamos y luego de mucho discutir seguimos sin averiguar de qué padres son.
- Se abstiene uno de escapar hacia adentro y no sabe si la locura es fruto de una luz que excede o de una mala sombra. Pero eso había ocurrido antes de que los fantasmas estuviesen encerrados, aunque luego avalaron un entorno de aparecidos, una sucesión de contornos clandestinos de espectros.
El inglés AYRTON pinta y esculpe como si estuviera en una constante pugna con los sueños de una enajenación que lo mantiene creativo desde el invisible faro de una lucidez no forzada. Y ahí es cuando echa el envite y el lance trasciende todo tipo de tesis, hasta que la materia ocupa el vuelo y se hace hombre. Así va indagando en paisajes y superficies de desolación, en mutaciones infernales o en ese abismo que alumbra el pathos como un signo.
- En el ruso TCHELITCHEW, escenógrafo y diseñador también, la imagen es la fuente de la que mana erotismo, sexualidad, naturaleza, arte, convicción y coraje. Sus capacidades y habilidades para conformar, modelar y componer rasgos denotan los términos que implican la magnitud de un yo que está atravesado por mil vicisitudes, mil historias plásticas que vivifican y retoman la esencia de lo que vemos hasta llegar a esas consecuencias que son las que visualmente queremos descubrir bajo lo culto y no hallado.
- Sus rostros son éxtasis impulsores que extraen vivencias amotinadas por augurios que anuncian formas que como espectadores no necesitamos conjeturar, sino obtener de su más que depurada comunicación, la cual, en lugar de dejarnos absortos, nos invita a verificar este compromiso pictórico con el destino final de nuestra identidad más intrínseca.
- Parece que nos evadimos y estamos en cambio más adentro que antes. Partimos de la suposición íntima de otros hemisferios visuales y no nos percatamos de que son parte de nosotros mismos. Nos rodeamos de halos de misterio, de fenómenos vivientes de luz y sombra, como si el trópico fuera un resplandor de ciclos biológicos, morfológicos y fisiológicos.
Tal realización no podía ser más que de otro artista cubano, BONACHEA, cuyas obras son atmósferas exteriores donde se acuna la sensación contemplativa de la magia en la que se ve inmovilizada la mirada. Aferrarnos como espectadores a esa imaginería es el vehículo para una epifanía inagotable, abierta a los testimonios pictóricos de una concepción cromática que gravita sobre la definición de una superficie que si la observamos detenidamente podemos conjugarla con los retazos ópticos de nuestra condición más humana e imaginativa.
Mientras haya horizontes de rumbo tan nítido, la plástica cubana seguirá siendo señalizadora, indicadora de formas, fondos, estructuras, visiones, medidas y sueños cargados de realidad.
- Fundador de Art borrachos y coautor con Alexander Melamid de innumerables proyectos, el ruso KOMAR, con lo que él llama un nuevo simbolismo, construye una representación en la que la asociación de imágenes y efigies instituye una plástica de símbolos encontrados, reunidos y cosificados en su carácter de convidados a no ceder y sí determinar.
- A través de ellos penetraremos en una dramaturgia pictórica envolvente, cuya figuración lleva aparejada una coloración visual que descubre lo que para el espectador ha sido la dimensión de una época.
- Es más, sin embargo, la concurrencia de una escenografía que se apoya sobre la eficacia de una retórica que tiene en la alegoría la marca de su visión. Un discurso que enfatiza un tiempo y una realidad desde la premisa de que hay estéticas negadas para la añagaza de la utopía, para el artificio de la fábula, porque son meras alucinaciones de una historia, la misma que mata la ficción y el ideal, la creatividad y el estilo, con la misma contundencia con la que levanta otras.
- La visita a esta muestra de nuevos realismos organizada por el Reina Sofía no depara grandes sorpresas pero sí la imperiosa aproximación a controvertidos argumentos.
Si bien hay uno incontestable: sólo es posible partir del reconocimiento de que la idea y el concepto, el núcleo y la raíz surgen con la figura de MARCEL DUCHAMP. Si la temática persigue e intelectualiza la descontextualización de los objetos y su integración en una manifestación artística, es por incitar al espectador a situarse en un ámbito en que han de fusionarse historia, sociedad, tecnología y cultura en una nueva plataforma estética.
- Se construyen dimensiones en las que la materia es un espectáculo de formaciones y series de los cúmulos de la ruina y los escombros, ejemplo de una teorización de la autodestrucción y su exaltación. Y la sucesión de las salas es la culminación de un flujo invertido, según el cual los despojos son los hábitats que ornamentan un modo de vida, un espíritu de civilización.
Efectivamente, para DUCHAMP es el espectador quien completa la obra de arte, labor que en esta caso se hace intrínseca con la visión más determinada y consecuente. Por consiguiente, los trabajos de YVES KLEIN, ALLAN KAPROW, JEAN TINGUELY, RAYMOND HAINS, JACQUES VILLEGLÉ, FRANÇOIS DUFRÊNE, ROBERT RAUSCHENBERG, CLAES OLDENBURG, JIM DINE, ARMAN, PIERO MANZONI, YAYOI KUSAMA, etc., son las localizaciones de una época y unas trayectorias.
- No obstante, me permito la licencia de considerar el acrílico de las cuatro cabezas del español LUIS GORDILLO como la configuración emblemática de la forma de un tiempo y espacio que son los nuestros.
- Reproducciones de obras de LUIS GORDILLO, KUSAMA, DINE, KAPROW y VILLEGLÉ.
- De la extensa nómina de artistas cubanos que han pasado por este blog me he dejado a CHOCO, posiblemente porque a menudo es compleja la apropiación visual de una obra que remonta orígenes, rebasa estaciones y configura al final genes étnicos y ancestrales.
Signos y genealogías se confunden, se fusionan para clarificar un lenguaje que hace del mestizaje -¿hay algo que no sea mestizo o mulato en Cuba, tal como insistía Carpentier?- un poema plástico basado en los fundamentos de las estrías, las arrugas, las incisiones, las rayas, las texturas -siempre la labor del tiempo señalando las agujas de su poder- y la envoltura alquímica del color.
- A modo de efigies rituales, colocadas en altares, nos involucran en la ceremonia de mirar más allá de lo que se representa y más acá de lo que es. Y no hay que ceder un ápice si nos hablan, nos interrogan, si las raíces de una veta cultural y visionaria nos proclaman sus herederos, pues sus pretensiones están ahí marcadas, en el soporte, tal que un icono del pasado se hace presente y viceversa.
- Con ello el autor, en esa propuesta tan fértil, nos hace depositarios de un legado pictórico que acumula significaciones de toda índole, que se gestan sobre sí mismas, su historia y su imagen, y están abiertas a transmitir y diseminar toda una polifonía de rasgos, seres, rostros, que son el cruce de sangre de percepciones espirituales que necesitan ser obra y materia, piel y barro, pueblo y patria.