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3 de julio de 2017

MICHAEL BURGES (1954) / NUNCA ME DIO POR TOCAR EL INFINITO


  •  Quizás veamos huellas de un topografía polícroma que al flotar en ese espacio sean los signos celulares de una materia viva y luminosa. Esas huellas engendran la fluidez y la flexibilidad de un llanto cubierto por la esencia de una realidad abstracta. 


  •  La plasticidad de esta propuesta del alemán BURGES está muy concentrada, es un quehacer intuitivo y dinámico, que perdería su función visual si el pensamiento se entrometiese, tal como afirmaba Cézanne, que si pensaba mientras pintaba ya no podía continuar haciéndolo.


  •  Aunque parezca, tal y como versificaba Fray Luis de León, que todo lo visible es lloro, en esta obra, además de sollozo, hay un soplo de vida incontenible, un significante melodioso, una dimensión armoniosa.     

Y así, servimos la inspiración en la inocencia, más utópica aún por la falta de utopía.
 (María Zambrano) 

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