1 de octubre de 2011

JOSÉ BEDIA (1959) / ¿PARA QUÉ ESPERO?

  •  Es un mundo de símbolos, de redes y bucles de retroalimentación, de conexiones e interacción, cuyas fronteras se esfuman, donde todo lo sólido se desvanece en el aire (Jeremy Rifkin).  
  •  Es un planeta de atávicas creencias, de fes heredadas al servicio de dogmas o intercesiones que no imparten la gracia, únicamente la consumación del sacrificio y la sangre. 
  •  Conforme a esos términos se confabula la leyenda, se erige el rito, se postula la gracia, que el cubano BEDIA concibe como una alquimia plástica y una síntesis evocadora y convocada a un festín de sombras. 
  •  Las cualidades intrínsecas y extrínsecas de su obra son la constatación de que las superficies han de utilizarse para grabar esa señal que nos permite afrontar una realidad formada para la liturgia y la ceremonia, que no son triviales y aparentes sino consustanciales a las visiones íntimas y deliberantes.
  • Por eso, ha de conciliar la esquematización y estilización precisas que le dé licencias sobre como aproximar los relatos de antaño, como estrujarlos hasta la consecución del éxtasis liberador. Lo que hace sin parsimonias, con el imaginario dando vueltas y adelgazando las trascendencias innecesarias.

  • Un artista que no entiende de rodeos y que se apoya en historias que le conciten imágenes de memorias insepultas, las mismas que cuentan los muros de una piedra secreta.

  • El planeta invisible
  • Gira. Todo está en curva.
  • Oye ahora la sangre.
  • Nos arrastra una altura.
  • (Jorge Guillén).

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