19 de abril de 2011

TERESA MUÑOZGARCÍA / DESDE EL AIRE



  • Esta pintura de la española MUÑOZGARCÍA avanza primero con la tierra sujeta y condensada; nosotros, espectadores, hemos puesto nuestra mirada en otro lugar desde el que enfocarla y situarla. Pero nos equivocamos, parece como si estuviese huyendo, lo que nos obliga a acosarla y desentrañarla.





    • Después vuelve a buscar un retiro, necesita perspectiva, dilucidar si su transformación toma las suficientes savias y energías, por eso no nos ha quedado otra opción que acorralarla para averiguar si su verdad era auténtica. No obstante, respetamos su agotamiento y regeneración sin intentar atacarla.



      • Al final, consideramos que desde un escondite podíamos obtener una mejor visión y evitamos su persecución para hacer valer su fuerza. En tal sentido, esta obra hay que medirla y percibirla por su caudal sensitivo, por sus objetivos plásticos y por las vitalidades telúricas que generan durante el esfuerzo emancipador.






        • Son pequeños mapamundis en los que celebrar naturalezas conformadoras de silencios salvajes, de tránsitos cosmográficos, de paisajes vírgenes. Mientras la contemplación se hace a esta fisonomía terrestre, la intensidad mesurada y elucubradora fluye, se convierte en un plasma luminoso entre tinieblas.





      • Tu voz tiene reflejos


      • al sol robados


      • y dejos


      • perlas de amor que han brotado


      • del claro oscuro:


      • amor de paloma y vencejo.


      • (Alberto Vigil-Escalera)









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