24 de octubre de 2010

CONSTANTINO GRANDIO (1925-1977) / QUERENCIAS

  • Personajes y tierras son recurrentes en las mareas de la experiencia de cada uno. Y desvelamos el silencio de lo imprescindible, tan sólo aquello que es surco visual y táctil, sentimiento íntimo e indoblegable.
    • Para TINO GRANDIO lo neblinoso de su tierra y de su gente era luz y él la sabía transcribir como nadie. Los contornos vagos, nublados, anubarrados, sombríos, eran superficies y espacios en los que gravitaba todo un espíritu del barro, del cultivo, del territorio y del aguardiente. Los colores son huesos y el alma es la condición inmanente de una pintura contraria a cualquier exhibición o desmesura impropias. Casi es una simple huella que se agiganta en nuestra mirada, que confiere la emoción que es la base para identificarnos en el entorno que habitamos y del que procedemos, en el que sumirnos en la contradicción de la huida y de la permanencia.

    • En su obra parece como si todo se contuviese en el instante de una espera, en ese momento que estamos temerosos de abordar por si hay un movimiento que nos cause el perderlo para siempre. Como si también nosotros, presos de esa visión, nos condenásemos irremediablemente a acompañarle en su ignoto destino.



      • La sabiduría de lo intemporal está aquí presente, son tonalidades de connotaciones y denotaciones, alejadas de elocuencias insostenibles y muy ancianas, de lo contrario no congregaría, como lo hace, una esencia plástica nacida del sentido telúrico más depurado, el que se lleva eternamente como querencia y poesía de vida.

      Pero para cuando llegue la hora, la pintura enterrará las palabras de cara a que sean los ojos de la memoria los que hablen.




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