- Un nuevo encuentro en la FAIM (Feria Independiente de Madrid) con mi gran amigo, el artista valenciano Daniel Claver Herrera, ha servido para reforzar expectativas y nostalgias.
- Dijo Antón Patiño que la pintura, cuando define un ámbito propio, traspasa siempre el tiempo. En este caso concreto del trabajo de Daniel no sólo lo ha traspasado sino que sigue agradándose y profundizándose en premoniciones que siguen fundidas y acrisoladas en la materia.
- Gamas de matices, de elementos y aspectos naturales y minerales, repertorios de sentimientos y emociones, cualidades, en definitiva, de lo que es un esoterismo plástico en permanente progresión.
- Rojo de sangre, agonía y sublimación, también de fuego y purificación o de sufrimiento y amor. Blanco de iluminación, ascensión y perdón. En cambio, el negro, en la alquimia es la fase inicial y germinal, y entre los pueblos primitivos el color de lo interior y subterráneo. También concierne al estado de putrefacción, fermentación, ocultación y penitencia.
- Texturas que en el negro simbolizan el tiempo en oposición al blanco de la intemporalidad y el éxtasis. Daniel estructura y construye tramas y urdimbres con paisajes geológicos y signos para que una nueva filosofía de la mirada se busque a sí misma, tal si fuese un poema telúrico que transcribiese la magia de unas formas en las que podemos penetrar siempre que no neguemos la creencia de lo que se puede crear con el fulgor de lo que está silenciado y enterrado.
- Cuando estoy ante estas obras dudo si están repicando a muerto resucitado o son campanadas jubilosas de una inmortalidad hallada, pero lo que sí tengo cierto y claro es que llegado el momento mis cenizas reposarán eternamente en algunas de ellas, formando parte así de una sacristía del arte.
- Hoy es día de luto en El Malecón. Mi amigo Humberto y yo guardamos silencio entre ron y ron. No nos vienen las palabras porque las letras han dejado de hablarse.
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