2 de abril de 2008

FIDELIO PONCE DE LEÓN


Me he levantado con el blanco penumbra de Fidelio Ponce de León, el magnífico pintor cubano, rodeándome sigiloso a la espera de mi propia captura como rehén del meláncolico aullido del alba.


Fidelio, alcohólico, tuberculoso, bohemio y ser doliente y dolorido por antonomasia, nos dejó pintada una hoja de ruta del sufrimiento humano, del que era imposible absorber más en ese color blanco que abrasaba.


Vivió pobre y murió más pobre, pero erigió un poema en el que el lenguaje de la congoja es más penetrante y mortífero cuando él lo ha expresado, por eso es uno de los pocos pintores del mundo que consiguió que su pintura se transmutase en carne desolada, atormentada.


Vio el fondo de lo humano hasta la raíz, y como pudo revelarlo en todo su desgarro, tuvo que humedecerlo en un aguardiente que lo mantuvo desfallecido de angustias y desesperaciones.


Mi amigo Humberto yo, frente a las aguas tristes que acunan el malecón, entonamos por él una plegaria muda, pues el hablar ofendería el poder del silencio.

31 de marzo de 2008

DESENTRAÑAR EL ARTE


Giorgio Vasari fue el primer historiador del arte y además el que afirmaba que la obra de arte está íntimamente vinculada a la vida del artista.


Winckelman, adujo, más tarde, que el arte no era tanto cuestión del artista como de la cultura y su desarrollo, esbozando toda una concepción idealista. De ahí se pasó a formulaciones nacionalistas y deterministas.


Pero ya en el siglo XIX aparecieron los "atribucionistas", cuya base era la investigación filológica, predecesora del formalismo, el cual se atiene a los rasgos formales de los diferentes estilos (Wölfflin) mientras que para la teoría iconólogica (Warburg) las obras de arte son símbolos culturales complejos.


Por otro lado, se forma una escuela sociológica que se centra en las estructuras colectivas como entes que explican y moldean el hecho artístico (Argan).


Y también hay otra rama que toma como eje el arte como un lenguaje específico.


Mi amigo Humberto y yo, contemplando esta obra del fantástico pintor asturiano Orlando Pelayo, nos preguntamos por la razón de tanto ardor en desentrañar un misterio. Pero nuestras estériles divagaciones no alcanzan a entrever el núcleo de esta voluntad apropiadora. Dicen que solamente los sentimientos más profundos son capaces de convocar a los espíritus invisibles, y nosotros, eso está claro, carecemos de ambos.


Acostados en el muro del malecón, nos dejamos llevar por una liturgia de visualización plástica que no requiere más ejercicio que seguir la línea de la densidad carnal híbrida que nos rodea. Abriendo bien el ojo se descubre todo un continente lleno de éxtasis salvajes que pintar.


EDAD OSCURA


Me levanté a media mañana para saludar el fin de la edad oscura o el comienzo de otra, nunca sé, en realidad, cuando amanece una o muere la siguiente.


Mi amigo Humberto, más manco, cojo y encanallado que nunca, había dado a luz una obra en que hieráticos seres masculinos y femeninos resplandecientes moraban y copulaban en una esfera flotante que condenaba a la sombra al malecón.


Me confesó que era su ofrenda a las reinas menores prietas de Guanabacó que merced a sus ceremonias invocadoras habían conseguido que recobrara la fertilidad.


Ahora estaba de nuevo fecundo y podía trasegar un sinfín de formas y luces, escorzos y perspectivas, líneas y manchas, hasta culminar creaciones que evocaban a Polignoto, Zeuxis y Apeles. ¿Estarían sus espíritus griegos bañándose en el Caribe? Si así fuese, bienvenidos sean, mayor tumulto para una bacanal artística que tiene que ser eterna.


Al pasear, al final del día, por el malecón, nos tropezamos con esa criatura pintada por Nelson Domínguez, que nos saludó y nos invitó a fecundarla (¿también ella?). Disimulamos como pudimos nuestro espanto y le susurramos con palabras roncas que no podíamos, que nuestro semen ya no frecuentaba sendas desde que una vez que se asomó quedó solo y sin destino. El ron le sustituyó como único alimento que nutre el trazo de la pasión de nuestro infortunio.


28 de marzo de 2008

AUTORRETRATO DE ARTISTA


Juan Guillermo Garcés Sigas, pintor cubano afincado en España, necesitó este autorretrato para meditar en sí mismo, en la dimensión que un artista ha de adquirir para hacerse como tal.


Y por consiguiente, pinta el momento en que esa reflexión genera la energía y la tensión necesarias, mediante las cuales se describe el silencio y la hondura de una introspección. De ahí se derivó una realidad plástica con la que fisonomizar la lejanía adecuada para la observación de su existencia.


Inevitablemente, es su propósito, asimismo, que nuestra mirada sea su cómplice y se fusione con la totalidad de sí mismo en el instante en que crea su propia efigie en soledad y que también con él participe de ese debate entre el ser y la nada.


Mi amigo Humberto, fiel instigador de sones marchitos, me cuenta, entre ventolera y ventolera sin ron que la trajine, que ya no hay biografías que pintar, sólo entierros, y de esos ni se acuerda.


Fijamos nuestra vista en el mar apalancado en el malecón,que está calmado hoy porque no hay hembras tintas que lo besen, y nos dejamos ir con la mudez a cuestas.

27 de marzo de 2008

PESADILLA


La luna llena desata una sangría de furia a lo largo del malecón.


Una turba de bacantes mestizas perseguidas por sátiros y faunos con patas y colas de cabra, poseídas por un espíritu dionisiaco caribeño, ejecutan una danza frenética mientras amamantan a unas barracudas sedientas que se habían asomado al muro.


Mi amigo Humberto y yo, atónitos, quietos, sumidos en un silencio y pavor que cabalgaban por nuestros huesos, veíamos tal bacanal con ojos visionarios con los que materializar, pasada la alucinación sin ser devorados por ella, este prodigio.


Pues si perduraba el encantamiento, perduraría también el hechizo de la mano del pintor, la seguridad del trazo, la profundidad de la línea, la irradiación del color, el modelado de la forma, la organización del espacio, la sincronía de la perspectiva, la sinuosidad del proceso de construcción, la sabiduría de lo que se desoculta.


Nos despertamos y emprendimos el rumbo por el callejón del olvido, habiendo perdido a Dionysos Baco por el camino, preguntándonos al final por qué únicamente nos quedó de esta saturnal una sola figura que semejaba nuestra propia imagen entrevista en una pesadilla. ¿Monstruos del ron o de la razón?

26 de marzo de 2008

MODIGLIANI


Fue el Romanticismo el que abrió la puerta al espectador para la interpretación por sí mismo de la obra de arte. El significado íntimo que ella le procuraba tenía tanta legitimación como el que procedía de la fuente institucional o del precepto académico.


Yo me he arrogado y he hecho uso siempre de esta facultad individual que como humano me autoriza a ver y glosar, descifrar y deducir, o simplemente contemplar, sentir y percibir.


Por ello, al mirar la obra de Modigliani, que se está exponiendo en Madrid actualmente, se graba en mí la convulsión de tocar lo inaprensible, pues esos cuerpos femeninos desnudos son pura ficción, pero cuando los veo deseo palpar su resurrección.


Entablas con ellos una lucha de imposibles, intentas que los pequeños rasgos de sus rostros se dirijan solamente a ti, que su carne -cuyo color la hace todo un hemisferio de sensualidad- te apriete apasionadamente.


Mi amigo Humberto y yo lo hablamos recostados en un recodo del malecón, y, entre trago y trago, convinimos en admitir lo que escribió Víctor Hugo:


"Todos los sistemas son falsos, sólo el genio es verdadero".


Ya en el taller, esperábamos que los pinceles y la espátula hubiesen hecho su trabajo, para eso mi amigo les había visualizado previamente unas arquitecturas de viento, pero todo fue inútil, se niegan a realizarlo, argumentan que el ron que les ofrecemos no es suficiente. ¿Cuándo lo será?


25 de marzo de 2008

ORLANDO BOFFILL


Orlando Boffill es otro gran artista cubano, autor de esta enigmática obra, que entre salitres y brisas airadas consuma una odisea plástica plena de claves y rincones recónditos.


Sus lienzos tienen la magia de lo circense, de un espacio poblado como una carpa en la que distintos seres y entes apareciesen de incógnito y nos trasladasen a otras vivencias, a otras inmensidades en donde nuestra imaginación bucease en la irrealidad de lo real.


Y en ese vínculo de abstracciones y formulaciones plásticas con lo contorsionista y lo equilibrista, radica también un aura infantil que conjuga juego y juguete, fusión de misterio y aprendizaje de lo estético.


Y a través de esa práctica estética se vislumbra rastros de esa iconografía de lo egipcio, de lo asirio, esos bajorrelieves que estructuran la majestad estática de lo que se representa y de los jeroglíficos que los sustentan, con la salvedad de que Orlando les imprime la cercanía de lo visible bajo patrones coetáneos a una realidad que nunca deja de asombrar.


Mientras este pintor continúe con su trabajo, lo cifrado del mismo estará ahí para poder descubrirlo -algo que se me antoja imposible- y contemplarlo con la mirada lenta que siempre está exigiendo.


En fin, en esta noche isleña de cánticos para algunos e insomnio para todos, mi amigo Humberto y yo celebramos que haya otro habitante con nosotros que sufrague esta penumbra que sólo deja ver, cuando quiere, una parte de lo invisible. La otra parte la mantiene expuesta a la luz pero no se puede ver porque seguimos ciegos.


19 de marzo de 2008

FLOR DE FANGO


Me he levantado al oscurecer con la belleza de "Flor de Fango" importunándome la retina.


Me fijo una vez más en esa representación de la mujer cautiva cuyo fatal destino es sobrevivir siempre que siga cautivando, que continúe seduciendo. ¿No es esa la razón por la que la mantengo colgada?


No tiene origen ni se llegará a conocer su fin. Únicamente esta imagen dejará un rastro de que existió y de lo que fue. ¿Pero de qué le habrá servido?


Nuestra memoria no la echará de menos aunque pienso que nuestra mirada, sin ser conscientes de ello, se quedará un poco más vacía sin ella.


Incluso en esta ficción de futuro de la que no queremos escapar -es el engaño que más ansiamos merecer-, hasta dejará de ser víctima, se convertirá en mero desdén.


Pero yo persistiré en conservarla para que persiga mis fantasmas diurnos y me castigue por mis incontinencias nocturnas -¿es ésa una de las funciones de la pintura?-. De tenerla ausente se consumarán las ruinas de un edificio que está ya amenazado de ellas.


Mi amigo Humberto me encuentra en el malecón y se lamenta de que ya ha pasado el domingo de ramos, mas yo le espeté: no te soliviantes, todavía nos quedan los domingos de tragos. Y a eso vamos.

18 de marzo de 2008

ESPACIOS


El día amaneció pálido y quizás por eso me haya venido a la mano la angustia de una escritura que sólo pueda dejar silencio en el papel.


Tampoco tengo la mirada iluminada ni expectante en busca de rincones donde se produzca un fenómeno que nos invite a compartir o una experiencia que nos convoque a festejar.


La materia nos ha ofrendado prodigios que hoy nos niega, y únicamente Wifredo Lam, que ya se ha ido, era el que los extraía de las grutas invisibles en las que se guarecían los cimarrones africanos para celebrar cultos que los devolviesen a sus tierras.


Y también nuestros espacios ficticios, para mi amigo Humberto y para mí, se han estrechado tanto que tendremos que aprender a volar para hacerlos más vastos. Las gaviotas del malecón han querido ayudarnos pero era tal el vértigo cuando nos elevábamos que al ver los fondos leprosos decidimos posponer el viaje hasta definir otros rumbos más cálidos.


De esta breve incursión inferimos que la patera era más segura y que ahora, mi amigo Humberto, podría sopesar lo que era una obra de arte y yo estaría en disposición de pintar con su mano buena la botella de ron que nos faltaba, tal era nuestra desesperación sin ella.


Y es que el espacio necesita un principio aunque empiece por el fin.

17 de marzo de 2008

Gregorio Vigil-Escalera Alonso - Red de bloggers Alianzo

Gregorio Vigil-Escalera Alonso - Red de bloggers Alianzo

MANUEL MENDIVE


Cuando hoy nos acercamos al malecón mi amigo Humberto y yo, percibimos un fragor inusual en momentos como los de ahora, que siempre están atravesados por ecos de murmullos clandestinos.


Y nuestra sorpresa fue mayúscula cuando de buena a primeras nos tropezamos con esos oriundos de las profundidades caribeñas que sabíamos que pululaban por los rincones pétreos de la escollera habanera, pero nunca se habían dejado ver.


Únicamente el pintor cubano Manuel Mendive había llegado a atisbarlos, a establecer con ellos un lenguaje que los mostrase como los pobladores ancestrales y milenarios de la isla. Él supo comprenderlos y descubrir su mundo secreto, de cuya revelación en refulgentes imágenes nos ha hecho depositarios.


¿O habría sido mejor dejarlos ocultos para inspirar con ello la fantasía de los que les sucedieron y habitan desde entonces el malecón con la infinita esperanza de ser ellos también pobladores de ese mundo?


Cuando nos vieron a mi amigo Humberto y a mí desaparecieron, al parecer no estábamos investidos de luz sino de penumbra, y eso los hacía sospechar de nuestra entraña insatisfecha.


Entristecidos, bebimos ron impuro hasta el alba, confiando en que la próxima ocasión se acercarían y nos murmurarían como pintar lo que está más allá de esta realidad que nosotros encarcelamos.


14 de marzo de 2008

DESTINO DE LA PINTURA


Son muchos los siglos en los que la pintura ha sido un permanente signo de referencia, formando parte de nuestra identidad, mejor dicho, de una manera muy concreta de expresarla.


Sus desarrollos y continuas mutaciones han sido los espejos de sociedades y civilizaciones, y nunca, con mejor o peor fortuna, le han faltado intérpretes, aunque ha sido el siglo XX el que con su imparable aceleración ha concebido transformaciones sucesivas que se devoraban unas a otras.


Ahora, en la situación actual, parece que entramos en un periodo en el que cada día se formulan nuevas tesis y teorías, cada cual más sofisticada, tecnócrática y hermética, donde los perfomances e instalaciones fugaces sustituyen los iconos históricos que han nacido siempre con una vocación de permanencia visible, no efímera. Y ahí están los museos para corroborarlo.


Pues bien, habrá que empezar otra vez, habrá que ir al origen y buscar formas y dimensiones que se encuentren todavía ocultas y se mantengan secretas, y permitan la genuina recuperación de la pintura tal como se ha entendido que debe ser. Si es un arte de la luz, como dice Félix de Azúa, hagamos que lo sea.


Simplemente hemos de pedirle que sea la marca visible que acune la soledad de una humanidad vencida. Y la acune lo más cercana posible, casi a nuestro lado. ¿No es mejor que esté en todas partes si denota lo que es propio e intrínseco a ella?


La nocturnidad en el malecón no dejaba ver pero presentías que era la ocasión para las barracudas de acercarse a comprobar que aún la mudanza no batía el mar y los desechos seguían sin tener un contenido que mascar.


Arriba, mi amigo Humberto en su taller, probaba por enésima vez el modo de pintar sin estar presente, sólo la metáfora de un vaso de ron reemplazándole. Fue inútil, no ha llegado todavía el momento de descubrir el misterio de tal innovación, ni siquiera estando en persona en la imaginación.

11 de marzo de 2008

MI RETRATO


Mi amigo Humberto hizo, por fin, mi retrato, y, tras unos instantes ante él, no supe que decirle.


Miguel Angel, ante las protestas de los Médicis, les contestó:


"Dentro de mil años a nadie ha de importar el aspecto de vuestras mercedes".



Max Libermann le replicó a un cliente disgustado:


"Su retrato, señor marqués, se le asemeja mucho más de todo cuanto usted pueda llegar a asemejarse a sí mismo".



Picasso tuvo que consolar a Gertrude Stein:


"No te pongas así, mujer; ahora no te pareces mucho, pero ya te parecerás".



Mi amigo Humberto, consciente de mi silencio, me manifestó:


Este retrato tuyo que nunca quise hacer recupera lo que tienes de imprescindible. El resto lo he desechado por inservible. Y lo imprescindible es aquello que no es posible: como una carátula hecha sin espacios, sin palabras, sin materia , sin origen, sin ni siquiera luces y sombras. Y en cambio yo he llegado a concebirte a pesar de todo. Incrústate ahora en la efigie y de esta forma podrás maldecir tu imposible destino .


Y habiéndolo hecho lo abandoné en la noche sin una gota de ron, y sin rumbo y en mi desfraz de fantasma me harté de contar mulatas que estaban mitigando ardores en un malecón que hoy le daba por bautizar espumas rugientes para detener el viento.


10 de marzo de 2008

DE NUEVO EL ABSTRACTO


El abstracto ha ambicionado desde su nacimiento ser la sublimación de la pureza. Rechazaba lo reconocible en aras a construir una realidad interior, autónoma, que se formaba a partir de un sentimiento del color.


Kandinsky, el casual descubridor, no quería que entre su ojo y el color mediara la referencia a un objeto, deseaba verlo en sí mismo, liberado de serviles compromisos con los cuerpos de las cosas.


Malévich, en su obra "Cuadrado negro sobre fondo blanco", explicaba que el cuadrado negro es la sensibilidad y el fondo blanco es la nada. ¿Había un mejor modo que el suprematista para significarlo?


Piet Mondrian aspiraba a que la pintura fuese de tal pureza que no se detectase la mano del pintor. Sólo toleraba la gama pura (rojo, amarillo y azul) y la ausencia de color (blanco-negro).


Mark Rothko, cuyas grandes telas decoraban despachos, salones y salas de juntas de los millonarios de Wall Street, pensaba que en su pintura se descifraba el secreto pero el inmediato acceso al terror salvaje, al sufrimiento, a los caminos cegados y a las aspiraciones muertas que yacen en el abismo de la existencia humana. Acabó millonario también pero suicidándose.


Después de estas reflexiones, mi amigo Humberto me reveló que aunque el color era un ser viviente que como tal se manifestaba en su paleta, era incapaz de transformarlo sin la consistencia de otra presencia, sea quien sea. Una confesión que nos sumió en un ensimismamiento tal que estuvimos ciegos ante una carne de ébano que nos brindó poca sombra y mucha sed. Sin la epifanía de estos cuerpos, sentenció, el color corre el peligro de extraviar su ser. El ron le dio la razón.

ALBOROZO


Hoy, el malecón tiene tanto sabor de sangre que hasta las salpicaduras de sal que nos mojan son de color rojo. El sol quema la respiración y los peces, asomados al dique, quedan muertos de no poder saciar la corrosiva sed que les aflige.

Mi amigo Humberto y yo nos hundimos en esa atmósfera de desventura que el silencio de una algarabía oscura no nos había dejado de perseguir desde el alba. Y el ron ya no daba para ninguna celebración del arte. Decían que estaba muerto.

Tan muerto como Empédocles, que se arrojó de cabeza al Etna, o como Crisipo de un ataque de risa, o como Heráclito cubierto por una nube de excrementos, o como Diógenes devorado por unos perros, o como Aristóteles al ahogarse intentando llegar a la isla de Eubea, o como Epicuro comido por las lombrices, o como Pitágoras al no atreverse a cruzar un campo de habas.

Entonces nos subimos al muro, nos zambullimos y caímos al fondo. Pero todo fue inútil, unas sirenas mestizas nos rescataron y con una ternura impropia de ellas nos depositaron en las rocas. Al despedirse, le dijeron a Humberto que nos salvaron porque alguien tenía que seguir pintando lo que no podía verse.

A pesar de la mano manca y el pie cojo, el regreso al taller lo hicimos con gran alborozo, tanto que hasta los habitantes del callejón salieron de la penumbra.

8 de marzo de 2008

INGRES


Louis-François Bertin, propietario y fundador del Journal des Débats, encargó a Ingres su retrato. Éste, profundamente impresionado por el personaje, se encontró con grandes dificultades y después de varias semanas de sesiones y ensayos, no tenía nada que mostrar. Un día fue tal su desconsuelo que rompió a llorar, lo que hizo que Bertin le consolase con estas palabras:



"No se preocupe por mí; sobre todo no se atormente. ¿Quiere empezar de nuevo mi retrato? Pues muy bien, cuando quiera. Nunca conseguirá cansarme, y si desea algo de mí, aquí me tiene a sus órdenes".



Ante el repentino gesto relajado de esta celebridad, mientras se hallaba charlando en el jardín tomando el café de sobremesa, Ingres, ya repuesto y con el semblante iluminado, se acercó hasta él y le dijo al oído:



"Venga a posar mañana: su retrato está hecho".



Hoy este lienzo es considerado una obra maestra.



Ya en un malecón jubilosamente lleno de musas atezadas tocando ocarinas, y entre trago y trago de ron, se me ocurrió hacerle un comentario a mi amigo Humberto sobre si él podría atreverse con un retrato mío. Su respuesta todavía la estoy tratando de descifrar:



"Yo no lloraría pero no dejaría de gritar a la vista de la pose de un amuleto obsoleto y envejecido que con el transcurrir del tiempo se encariña a una mágica devoción del yo.


Y no es así, pues ese individuo que tú eres se protege en una materia de hojalata inconsistente e inestable -¿cómo podría pintarla?- pero de oxidación irreversible e inutilidad sobreviviente a la merced de un ritmo que ya se apaga. No puedo retratar polvo en el viento".


Se fue la mañana y nos dejamos llevar por un viento que cruzaba la isla y nos despojó del aliento. Caminamos en soledad y sin poder vernos a través de las sombras que inundaban las ruinas.

7 de marzo de 2008

MITO DE HIELO


"Mito de hielo", este reciente y fascinante lienzo de mi amigo Humberto que me ha permitido darle este título, ofrece un testimonio inigualable de como en la mente de un artista se vislumbra primero y cuaja después un pensamiento imprevisible ligado a la historia y la simbología de una tierra, pero mediatizado por la angustia aciaga de que ésa es la suya, la que bendice y maldice al mismo tiempo.



Es sin lugar a dudas la prueba de un advenimiento a la imaginación de una necesidad telúrica que se gesta conforme a los sedimentos culturales, sociales y étnicos de una isla que siempre parece estar reivindicando un pasado que no tuvo y un futuro que ya ha pasado.



Humberto ha sido ese agente inconsciente de este resurgimiento del mito a través de un presente que está congelado, que es de un acero que ni siquiera flota en unas aguas manchadas por un sol ya cansado de alentar inútilmente el nacimiento de nuevas crónicas a las que concurrir con otras ansias.



Y él siente el frío inmisericorde del puñal, el hielo implacable del hierro y la criatura alada que con ellos amenaza la vida de unos habitantes que a falta de confines quieren seguir dormidos. Y si despiertan es para oír una música que atrone ámbitos carentes de furias invictas. Así lo ha pintado y así será para él si se para a pensarlo pese al miedo a verse atrapado o aprisionado dentro de la figura en la que ha colocado parte de sí mismo, sobre todo cuando ésta empieza a experimentarse como un impulso que escapa a su control.



Hoy estoy solo en el malecón, en un anochecer que enfría el alma y no me deja ver ese color "prieto", fiel exaltación de una orografía que desea, fornica y ama a pesar del férreo hielo. Y tampoco, en este desconsuelo, me acompaña el ron. En el retorno sin él he extraviado otra edad.

5 de marzo de 2008

ANTONIA EIRIZ


Una ficticia Antonia Eiriz, la gran pintora cubana, nos decía a mi amigo Humberto y a mí, cuando nos veía juntos al arrimo del malecón, que a ella sólo le preocupaba dejar impresa una seña ontólogica en sus cuadros.



Y nosotros pensábamos que esa seña era el pasado de una isla y sus habitantes que vuelven la cara hacia el futuro y en él siguen descubriendo el mismo dolor que les hizo. Eiriz recoge ese significado pictórico y lo conmina a aparecer y manifestarse como un martirio sin cruces ni sudarios, únicamente como un son pagano con el que baila una carne frágil y vulnerable y también atormentada.



Visitamos de nuevo el Museo Nacional de Bellas Artes y, ante sus lienzos, extendimos nuestros brazos lo suficiente para palpar aquellos seres torturados de por vida, y que ella quiso que siguiesen así por toda la eternidad. Seguro que lo ha conseguido.



Caminamos de regreso por un malecón que vimos con otros ojos y saboreamos con otras bocas. El mar esparcía restos que no nos dejaba pisar aunque Humberto, atrapado por un sol sucio sin ansia de nada, trataba de percibir la matriz de su contingencia para poderlos pintar. Todo fue inútil. Y además ya habíamos abandonado atrás el ron que nunca dejaba de hablarnos de lo que presentía, lo que vivía y lo que sufría. Ya no lo queríamos ni para eso.

4 de marzo de 2008

GUILLERMO SIMON


Hoy, a la madrugada, mi amigo Humberto y yo anduvimos lo desandado ayer y nos acodamos en el malecón, eterno confidente de murmullos, hambres y amores confinados.



Y hablando del pintor asturiano, Guillermo Simón, entre último trago de ron y eterno comienzo del penúltimo, nos preguntamos cómo pintaría él este mar que siempre transforma el tiempo de esta isla en una narración permanente.



Guillermo, pintor de mares ocultos, de simas en constante renacer, conoce muy bien los piélagos del norte ibérico, pues se ha emparejado con ellos y ha atisbado sus misterios más secretos.



Pero el Caribe guarda tanta vida como muerte, tanta hospitalidad como traición, tanto azul como rojo. Hay que adentrarse demasiado en él para absorber su sufrimiento pero también su canto y su baile, porque es un mar que baila, sufre y se desangra. Su fondo rebosa osamentas y carnes llenas de sirenas morenas hartas de devorar después de tanto acariciar.



Y nos lo preguntamos hasta que las náyades mestizas aliviaron nuestro rumbo de vuelta, que se hizo demasiado largo a través de una sombra de cañas sin ron.

3 de marzo de 2008

MIRADAS


Ante este cuadro, "Trampa de luz", de la pintora mejicana Verónica Elías Arriaga, me asaltó la idea de que hay dos miradas, como mínimo, que se desatan en nuestros ojos en presencia de una obra de arte.



La mirada exterior es la que viaja y nos conduce por los recovecos de la forma, por sus detalles, analogías, por el proyecto que se perfila en la textura, en el entramado del color, en la imagen que hacía visible la estructura compositiva y su organización. Es decir, en todo aquello que marcaba la comunicación que quería establecer.



Sin embargo, existe una mirada interior que simultáneamente se desprende de nuestra retina, penetra en el recinto físico del lienzo y se coloca en el punto central -en este caso- en que se divide la tela. Desde ahí esa mirada se convierte en ficción, desencadena pensamientos, evocaciones, percepciones que configuran una historia y hasta un destino. Una ensoñación que se narra a sí misma y a nosotros con ella.



Son múltiples los signos y distintas las tesituras que convergen en la magia de una representación y es de esperar que seamos capaces de verlos todos.



Al final, a mi amigo Humberto y a mí las dos miradas nos hacen despertar, y él me dice, rodeados por las niñas rumberas que desaliñan la madrugada en el malecón, que se acabaron las súplicas de sus bailes para perdernos en más historias. Y sin ron volvimos una mañana más a desandar un camino que ni siquiera el alba habitaba.