21 de febrero de 2015

RIGO PERALTA (1970) / NO HAY DOMINIOS


  •  Estamos en mundo maquinizado, lo que no excluye que sobre él se perfile una estética de la belleza en tanto en cuanto lo humano se confronta desnudo con él, no experimentando como espectador ni una visión ni una emoción diáfana de pesimismo sino el aura de una conflagración victoriosa en la unidad artística.    


  •  El dominicano PERALTA lleva en sí un caos que tiene lo mismo de apariencia que de realidad, pues es ese caos el que le hace capaz de procrear una estrella danzante (Nietzsche), con una policromía elocuente e incesante, con un montaje pictórico que envuelve, dinamiza y conforma un imaginario fértil e incisivo.  


  •  No cabe duda que en su sentido de la creación baila la luz, la claridad, una especie de revelación cósmica que origina mutación tras mutación en la afluencia de un canto alegórico al que el artista no tiene posibilidad de poner fin, pues entonces todo se habría acabado y daría término a sí mismo y a su testimonio.  

Quieta, quieta mujer, sola en el día,
mujer sin luz, mujer de sombras largas,
reseco muro sin dolor: materia.
¡Dura mujer amarga!
(Carlos Bousoño)

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