13 de mayo de 2014

FRANCISCO STOCKINGER (1919-2009) / ¿QUIÉN ME PONE EN DUDA?


  •  Decía este artista que la gran ventaja del arte actual es exactamente ésta: usted puede hacer lo que quiera y como quiera. Tiene derecho a ser mal artista, lo que no es ningún crimen. Ser un buen artista tiene consecuencias agradables, incluso financieras. Uno de los motivos que me hizo huir de la metrópoli fue huir de los entendidos críticos de arte para tener el derecho de equivocarme por cuenta propia. El arte necesita, antes que nada, ser tuyo y no un producto o suma de los comentarios ajenos.   


  •  STOCKINGER, austriaco naturalizado brasileño, no se equivocó al perfilar una obra que era la coreografía viviente de un pueblo, de una angustia, de la miseria honda que en su tragedia encuentra la verdadera función del arte: la expresión de un sentimiento y la transmisión de una comprensión.  


  •  Aquí tendríamos que hacer mención de lo que señalaba Herbert Read cuando escribía que empezando por Leonardo, ha ido tomando cuerpo la tradición en Europa -y también en el mundo- por la cual la plasticidad de un objeto, su profundidad o tridimensionalidad, se logra por la gradación de las sombras, es decir, cambiando las cantidades de pintura negra. 


  •  En estas esculturas las sombras ya son por sí mismas negras, no les falta pintura, y están desamparadas, ya sea solas o en grupo, vestidas o desnudas, gesticulantes o estáticas, calladas o en suspiros y gritos. Las formas, así configuradas, como estilo de una definición, determinación y anticipación de la realidad general de una cultura.   

¿quién podrá hacer valer ya mi designio
de ejercitar mi saña entre los hombres,
turbando el mundo nuevo y el antiguo?
(Vicente López y Planes) 

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