7 de enero de 2014

ALAIN LE COZANNET (1946) / ME ACUSO


  •  Algunos de los episodios de la vida del artista francés LE COZANNET han tenido ciertos ribetes dramáticos, como lo son, justa recompensa, sus epigonales monstruos -ha habido tantos en la historia del arte-, que certifican una visión vislumbrada desde la penumbra.  


  •  Pero también pueden ser juego del azar los que los convierten en reflejos plásticos de un subconsciente que no deja de limar sueños y teogonías ahora que la muerte poco a poco se va encarnando en su existencia. Quizás para conjurarla sean precisos estos aborígenes de grandes ojos que nos vayan durmiendo o sometiendo a un sopor ya irreversible. 


  •  Lo cierto es que su creatividad no ceja aunque sea la despedida de un estertor, que en lo relativo a esa pulsión no sólo no pierde fuelle sino que engrana un mecanismo automático de funcionamiento y conciencia, de reinvención e imaginación.  

Se me olvidaba el don de la palabra.
Para lo que tenemos que decir -"adiós",
"amén" -, qué más da estarse hinchado como un sapo
de renuncias. Al fin y al postre, nada 
merece ya la pena si vivimos
a cuatros pasos de la cárcel.
(Gaspar Moisés Gómez) 

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