18 de noviembre de 2012

ENRICO MINGUZZI (1981) / NO SÉ PINTAR CREPÚSCULOS

  •  Las oleadas fluyen ordenadamente porque lo geométrico, en sus distintas modulaciones, tiene la función de estructurar la aparición de la luz y de sus entorchados y franjas multicolores, de como se van conjugando tonalmente, líricamente, en un juego que envuelve, cubre, conduce y hace que lo cromático tenga esa evidencia anímica que transmite una sensación de ida y vuelta.  
  •  No nos olvidemos de estos cantos porque ya nos creemos que han sonado. Y no debemos olvidarnos porque el que la práctica artística de hoy esté muchas veces más cercana a la instalación, al acontecimiento, al perfomance y al espectáculo, que a esta visión, no va a ser un hecho que no vaya a dejar permanecer inmutable y perenne a aquellos. Es lo que nos quedará en la retina como una celebración de la vida y de la creación.   
  •  Para este joven italiano, MINGUZZI, la pintura tiene todavía que seguirse amando, absorbiendo los frutos cosechados, tomando raíces de todo su tiempo y de los que le han precedido, confabulando nuevos exorcismos, desgranando una sintonía visual que siempre esté a punto de alcanzar ese clímax hasta culminarlo con el inicio de otro ciclo.  
  • Otra vez Felipe, Humberto y yo nos encontramos en El Malecón en un día soleado y abierto. Y otra vez que nos molestan. En esta ocasión se trata de un cazador de ratas para pedirnos un trago de ron. A cambio de dárselo se llevó con la mano una rata a la boca, tensó los labios y con sus podridos dientes caballunos arrancó de cuajo la cabeza del bicho. Ni con el mejor ron se podía comer aquello, preferíamos matar el hambre de otra forma. Pero le dimos las gracias y se fue.

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