15 de agosto de 2012

FELIPE ALARCÓN ECHENIQUE / LOS CUERPOS DEL MILAGRO SON MÍOS

  • ¿Es la experiencia de la realidad argumento suficiente para impulsar un complejo entero de formas que lleve a la acción de plasmarlas como alientos del pasado y del presente? Sí, y un sí de lleno, pues dentro de la poderosa imaginación interpretativa del hispano-cubano FELIPE ALARCÓN no son las ideas puras las que lo mueven, sino que son ideas sentidas fermentadas por la pasión. 

  • Efectivamente, una búsqueda apasionada de unos secretos que pictóricamente se esconden en la oscura percepción de esos personajes que acumulan morfologías biográficas entre sombríos y claros resplandores. Por eso, la pintura es densa, asimétrica, que superpone y yuxtapone una figuración cromática que desnuda su significación a través de las infelices tonalidades, haciéndolas ásperas, duras y siervas de una espada que golpea.

  • Pero si esta nueva fase en su trabajo es una confluencia de sabia orquestación figurativa con el expresionismo suyo isleño del adentro y del afuera, si es una integración exaltadora y fustigadora, lo es porque en esas texturas hay una paciencia sin porvenir y una terca espera.

  • Y en esa unidad integradora caben todos los orígenes y tradiciones (podrían ser fotos de la historia de una gran familia, todo lo cual entre comillas), los confines que comunican que hay una aureola sin límites y que transmiten un lenguaje visual que elabora y reelabora hasta que no haya un vacío que no esté colmado, una fuerza de la que se agarre el desterrado, el olvidado, el que tiene fe, el que la perdió, el que está solo e indefenso y el que murió y a pesar de todo para el relato sigue vivo. 

  • Por último, está, además de las múltiples opciones que proporciona una obra en continua trayectoria como la de este polifacético autor, su destacado su sentido óptico muralista, de creador de estrategias que ensanchen la visión, que configuren un mensaje que ocupe espacios en los que hagan pie nuestras íntimas reflexiones existenciales como espectadores, que remitan a un estilo que no esté encerrado en la pura eficacia plástica sino que trascienda esa condición  hasta culminarla en un universo insustituible. Él así se lo ha propuesto y por ahora es de justicia reconocerlo.



  • Al propio tiempo, la terrible impotencia en que se encuentra el hombre para participar en un dolor que no puede ver (Albert Camus). 

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