13 de febrero de 2012

YAGO HORTAL (1983) / LAS VÍSCERAS HUELEN A COLOR

  •  Se ha hablado mucho acerca de las teorías relacionadas con el color, se ha disertado, analizado y hasta doctorado. Cada día y en cada una se aporta una conclusión más, una idea nueva, un elogio viejo, y, en el mejor de los casos, partimos de cero, y solamente al afrontar su pigmentación, su coloración sobre el lienzo o la madera, sentimos el calor súbito de la epifanía.
  •  Y es en ese momento cuando el arte, como la presencia ahora integrada de la vida, adquiere su mayor virtud en la vibración de su latido.  
  •  Pues de eso se trata, de que el proceso pictórico mida lo que cada obra porta de antecedente de la memoria y el consecuente de la promesa. Así es como el catalán  HORTAL ha asumido esa dimensión, la ha depurado al revés, buscando su estallido, su explosión, como en los inicios, encontrando el incendio que anega y abrasa, los sígnos lumínicos que habitan en el transcurrir de nuestros contextos físicos y vitales. 
  •  Intuición y remolinos vertiginosos que ni siquiera toman aliento, que no han de descansar pues son fragmentos con vocación de ligar sus atributos a un solo fin, a un término que, sin embargo, no lo tiene, ya que seguirá siempre ambicionando lo que la pretendida culminación no le depara.  
  • Este poniente sin melancolía
  • Nos sume en el gran orden que nos salva,
  • Preparación para alcanzar el alba,
  • También serena aunque mortal el día.
(Jorge Guillén).

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