22 de diciembre de 2010

JOSÉ LUIS CUEVAS (1934) / A PARTIR DE MÍ MISMO

Nos involucramos en la búsqueda del tiempo como el origen de la interrelación entre el arte y la vida, y si bien esa maldición nos hace patéticos o crueles, la salvamos a través de una figuración que construye la mirada.

¿Qué ese es el nivel de abstracción al que debemos llegar cuando la formulación de ese lenguaje es carne viva y mítica? El mejicano CUEVAS así nos lo presenta, pues con ello confronta a la humanidad como una naturaleza irrenunciable.

Y así la abordamos como un medio y otra alternativa de reflejar una concepción de la forma que emana de un ser que continuamente está gestando estructura de ideario, de encuentro con el devenir total, sin perder cada uno de los jalones visuales hallados. Por tanto, es la conquista de la dirección óptica la que nos ayuda a pensarnos, a comprendernos.

Desde este punto de partida, este artista impulsa con su quehacer ese desarrollo, ejecuta esa exteriorización del acervo adquirido, conforma propuestas que concuerdan imagen, memoria, emoción y leyenda. Más su transformación en duelos o jaculatorias.




No sin antes demostrar que dentro del espacio que compartimos queda margen para reinventarnos y proyectar sombras según nuevos repertorios imaginativos, experiencia inseparable de la práctica. Y mostrar que las opciones, cuando se insertan dentro de ese contexto, fructifican si el azar y la intuición se añaden, integran y comunican, haciendo confluir representaciones y vivencias.
















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