11 de octubre de 2010

NÉSTOR BASTERRECHEA (1924) / LO QUE MUEVE EL AIRE

  • En una tierra donde abundan los bosques y el hierro no pueden faltar tallistas que conformen la articulación del lenguaje que emiten.
    • El vasco BASTERRECHEA, uno de los pintores de la cripta del Santuario de Aránzazu, es el factótum de un duende que alimenta horizontes aéreos, perspectivas aladas que no se desangran si las miras. No sufren temblores ni agobios, solamente necesitan el éter para crearse y emerger sin tinieblas que traten de apagar su luz.

      • Podemos considerar estas piezas como tótem ligados a un destino o efigies en mutación por el viento. O nuevos ídolos que adquieren su morfología conforme la tierra va perorando su gozo o su inquina. Lo cierto es que el escultor ha ido a agotar todas las posibilidades abiertas, y sus diálogos han resueltos los problemas de desflorar materias, volúmenes, líneas y vacíos.




        • Y es de un silencio telúrico de donde surgen esas lejanías habitadas que al plantarse sobre una superficie hambrienta dejan de interrogarse para afirmar que lo numinoso está vivo y aguardando la contemplación de todos aquellos que han mantenido la confianza en que todavía el ser es convertir, desentrañar, esculpir. No hay otra esperanza.


No hay comentarios:

Publicar un comentario