5 de julio de 2010

LEON SPILLIAERT (1882-1946) / CON LA SOMBRA A CUESTAS

  • Novelaba Miguel Ángel Asturias que en un instante de ausencia puede comenzar la eternidad. Para el belga SPILLIAERT ese instante es eternidad y es eternidad pictórica de sombras que cabalgan a cuestas de hombres y confines. Y aparecen caníbales de oscuridades y visiones, de noches infinitas de soledades y misterios.
    • El conjunto de la obra se encierra en sí misma como si tuviera temor o repugnancia de lo que hay afuera, en el exterior, de que hay un peligro o una atracción letal, ante lo cual debe ennegrecerse y enmascararse. Una búsqueda de introspección en la forma, en la organización plástica desde la cual se evoca e invoca para que el eco retroceda y no amenace más que con la resonancia del fin que aguarda entre tinieblas.


      • Eran tiempos de plasmar umbrales de desesperación, de desesperanza, de no confiar en rumbos manipulados, de que había que adentrarse a través de huellas ignotas y ocultas en el sentido iconográfico, en su naturaleza reveladora, apareadora de fuerzas incontenibles que se expresan desde esa vertiente que conecta existencia y arte en su elocuente tragedia.

        • El Malecón bostezó. Dentro, en la mudez nocturna, susurraban roces de carnes, vientres insatisfechos, rostros irresolutos. Mi amigo Humberto y yo palpamos el pecho aún en rebelión de una mulata parda que se comía la prisa por vivir. Esta vez sí que al amanecer bebimos leche y ron.












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