5 de febrero de 2010

CHRISTIAN SCHAD (1894-1982) / ME PERSIGUE LA VERDAD

  • Estas mefistofélicas obras taladran las telas sin necesidad de dañarlas. No son retratos, son verdades, y como tales han adquirido la experiencia de la vida, la vivencia del devenir efímero como víctimas crueles de la iniquidad. Sus caras pétreas, rígidas, parecen despreciarnos o interrogarnos, mejor dicho, nos trasladan las sombras que les conciernen y les mediatizan para que con nuestra mirada captemos la inmensidad de sus señales.
    • Es el retorno a una pintura cuya autenticidad se expresa en los tintes oscuros, en los perfiles cincelados, en la aureola de la negrura, en los rostros duros, inquisitivos, con rictus de soberbia impostada.

      • El alemás SCHAD no deja ningún cabo suelto a fin de que en estas creaciones muy sintetizadas no se escape un tiempo, una época y sus protagonistas. Son tan penetrantes que a duras penas aguantamos la fijación de sus ojos por miedo a que los espectros que broten de ellos se metabolicen en nosotros.


        • Conjunto omnisciente que nos transmite también la radiografía del plasma en que se ha incubado la conjura de estos brujos en el momento de la eyaculación del fluido con el que dar realidad a la culminación de su presencia.

        • Mi amigo Humberto ha estado, por orden del Malecón, internado en una granja porcina. Allí le han circuncidado y colocado un sambenito. Al soltarle le han dicho que sólo puede pintar de espaldas y teniendo de comisario a un gorrino. Hicimos tan buenas migas los tres que él se encargó de la pintura y nosotros del ron.




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