8 de octubre de 2009

DAVID REED (1946)


  • Tripas, hebras, intestinos que serpentean e irradian, que están en continuo movimiento, que se agolpan, se confunden, mezclan y batallan bajo estardantes cromáticos que los diferencian en una lucha que también puede ser una polca, en la que se entrecruzan vertical u horizontalmente, haciéndose fluidos felinos que despiertan los centelleos de las miradas.

  • Son iconos luminosos que el artista norteamericano David Reed los inviste de signos de una sociedad que se vuelve interesada en continuar con esos arabescos hasta ver su desembocadura en términos conceptuales estigmatizando el ambiente urbano, o la actividad que se acompaña al tránsito visual por la ciudad escindida entre lo que es imaginario y lo que no lo es. Quizás habría que decir que es una propuesta que engulle la visión en un ornamento que quiere dejar únicamente de serlo.



  • He perdido el don de repetir consignas, de leer panegíricos, de entonar loores y loas, de cantar laudatorios. Mi única salida es declararme mudo ante el Malecón y dejar que el ron recite y cante alabanzas al bien amado. Mi amigo Humberto me anima y me secunda declarándose privado del habla, porque una mulata de andares bisiestos le comió la lengua, a la que pudo reemplazar por una tela pintada en óleo una vez bañada en aguardiente.


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