22 de junio de 2009

NOÉ SERRANO

Noé Serrano, artista cordobés, no parece pensar que lo humano es un reflejo de lo divino, que participa de su misma naturaleza, que su cuerpo es carne de su propio cuerpo. Y para muestra esas policromadas resinas que modela cual si se tratasen de unos nuevos centauros caninos que nunca llegarán a ser seres mitológicos.

Estos híbridos no dejan de ser una alegoría, un simbolismo, pero también una simple provocación sobre una condición humana que cuando se mira en el espejo nunca ve su propio horror y el que le rodea, y de ahí viene ese retrato que rebaja la belleza del cuerpo supuestamente perfecto como depósito de la conciencia segura de su supuesta dignidad, racionalidad, moralidad y estética.

Lo que ocurre es que el choque que nos deparan estas obras está falsificado, no sé si a sabiendas o no (¿hablamos de venganzas?), por buscar más lo escenográfico que una aprehensión profunda, más el quedarse en un mero acto de impresionar y escandalizar a pesar de una factura impecable y una dimensión teatral atrayente, sin olvidar la pátina irónica con la que juega con el espectador, que duda entre apreciar su revelación o rechazar rotundamente una propuesta que no encaja en sus parámetros estéticos y visuales.

Hoy, en su taller, Humberto y yo ideamos como encajar un cuerpo dentro de otro y como el espacio ha de perder su geometría. La penumbra que nos aprisiona agudiza los sentidos de la profundidad y por eso escarbamos hasta hallar restos omitidos, lenguajes no pronunciados, mitos helados. Removimos hasta encontrar la venganza mas no nos satisfizo, pues de esa ofensa no rescataríamos el ethos de un hacer pictórico hogaño desaparecido. Que moldee el ron la pasta, nos dijimos, y rasgue con ella las entrañas de la vida. Así sea.




1 comentario:

PAUL CADDEN (1964) / NO SIN EPITAFIOS