12 de marzo de 2009

JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ CASTILLO / UMBRAL DE MUERTE


Freud compara el arte con un sueño, pero éste, el que vemos arriba, es un sueño cruel, desolador y desapacible, en el que la medida de la extinción del tiempo de vivir se hace presente en toda su dimensión.


José Luis Hernández Castillo, artista cubano autor de esta obra, conjuga esta representación visible -lo invisible es lo que le confiere la autoridad plena- como una fusión entre lo formal y lo emocional. La forma plástica de la arruga, de la luz y de la sombra, del dibujo de la decrepitud, no sigue ningún código, se limita a transformar la presencia que se contempla en la imagen en otra que se revela con mayor percepción y que nos hace entendernos o reconocernos como una verdad no experimentada.


Hay una tal potencialidad en el lenguaje de esta pintura que el diálogo a que nos incita sería interminable, sólo tendría fin cuando nosotros, espectadores, formásemos parte de esta visión última, que es el cementerio y su negra pasión.


Mi amigo y pintor cubano Humberto Viñas y yo nos acercamos al malecón y le recitamos estos versos de Du Bellay:


"Señora vejez

no me ha dejado más que piedra en los riñones, gota en los pies y verrugas en las manos".


Después caminamos pensando que nuestro destino ya está sellado y nuestro epitafio escrito.