9 de julio de 2008

UNA MIRADA SOBRE EL SUFRIMIENTO


La artista alemana Kathe Kollwitz nos legó una obra en que el sufrimiento y el arte, sin una voluntad inicial predeterminada pero que al final se manifestó como el fondo del pathos del que partir, se fundieron en una aleación de muerte y horror.


En esos dibujos quedó testimonio irrevocable de los años de acero del siglo XX, en que el hambre, la guerra, la miseria, el dolor, la muerte, hicieron que de sus manos temblorosas, heridas y agotadas, las fisonomías alcanzasen otra realidad, un espanto que se grabó como divisa de una humanidad que luchaba por su supervivencia y también por su derrota y extinción; ésa es la contradicción reflejada, con una mirada ciega, en un rostro que ya dejó de huir de tan ominoso horror.


El arte nos hace más visibles, más sublimes y palpables, estos delicados trazos de lo que nunca querríamos ver pero que están ahí. Y nos queda mucho silencio para contemplarlos.


Mi amigo Humberto y yo asistíamos a un día de difuntos en el malecón. Del ron trasegado se alzaban letanías en pos de vernos en la otra orilla antillana, pero el murmullo marino se tragaba nuestros rezos para evitar huidas de unas bendiciones execrables impartidas por las locas hechiceras que habitaban la penumbra.


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